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jueves, 11 de agosto de 2016
sábado, 6 de agosto de 2016
lunes, 1 de agosto de 2016
VERDADERA PREPARACIÓN DE LA PIEDRA
Nota preliminar
Rose-Croix, de Paul Sédir, en el capítulo V de la segunda parte,
titulado “Recettes et technique des Rose-Croix”, a partir de la página
261. La autoría del tratado se atribuye a Sincerus Renatus, seudónimo
de Sigmund (1) Richter, quien habría publicado este texto en Breslau en
1710, con el título Die wahrhaffte und vollkommene Bereitung des
philosophischen Steins, der Brüderschafft aus dem Orden des
Gülden- und Rosen-Creutzes, que sería algo así como Perfecta y
verdadera preparación de la Piedra Filosofal, según el secreto de los
Hermanos de la Rosa Cruz Dorada. El tratado se publicó
originalmente con un anexo conteniendo la regla de la orden, con lo
que la existencia de una supuesta “Hermandad Rosa Cruz de Oro”,
hasta entonces desconocida, se hizo pública.
Hacemos notar que ésta que damos aquí no es la versión original
del texto (que no tenemos), sino la traducción de la incluida en el libro
de Sédir, cuya transcripción él finaliza con estas palabras:
“Para no alargar desmesuradamente este libro, detenemos aquí
nuestro resumen de la obra de Sincerus Renatus. Por otra parte,
incluso en nuestra época en que la instrucción se ha vuelto general, y
en que el horizonte intelectual de las masas se ha ampliado, hay, a
pesar de todo, cosas que no deben ser dichas.” (2)
1 Según A.E. Waite, The Real History of Rosicrucians , pág. 208-209. Otros autores dicen que su
nombre era Samuel.
2 Paul Sédir, Theorie et simboles des Rose-Croix, pág. 271
Verdadera preparación de la piedra
(Traducción Magohuari y L.)
La materia de la obra es mineral, animal y vegetal; dado que una
vez purificada es la medicina de los tres reinos. Esta materia es tan
secreta como común; todos la conocen, jóvenes y viejos, ricos y
pobres. Ella no cuesta nada, tan sólo el trabajo de recogerla, y su
preparación puede ser hecha por un niño, si éste es bendecido por
Dios.
La materia lejana es una cierta humedad muy rica en fluido
universal; esta materia no debe estar especificada, sino solamente
signada de un modo incoativo por un espíritu metálico que recibe de la
madre terrestre. Este espíritu universal que desciende sobre la tierra se
reviste allí de sal y de azufre volátiles, y de mercurio fijo del aire y
del fuego. Podemos entonces llamar a esta materia Caos o Tierra
caótica.
Nuestro artista debe recoger este espíritu cuando las simientes de
Saturno lo fecundan, en un tiempo de lluvia y de tormenta,
preferentemente en marzo, cuando el Sol pasa de Aries a Tauro, y en
octubre, cuando el Sol entra en Escorpio con la Luna en Capricornio.
Tómese un vaso de vidrio de forma piramidal, colocando en el
cuello un embudo muy ancho para recoger la lluvia; la parte inferior
del vaso comunicando el sitio elevado en que se lo ha colocado con el
laboratorio mediante un tubo. Entonces se llenan los dos tercios del
vaso y se cierra herméticamente, a fin de que los espíritus sulfúreos no
se evaporen; a continuación esta agua se pone a un fuego del primer
grado, y si se cierran las ventanas del laboratorio de modo que
ninguna luz penetre en el lugar de trabajo, se ve que el vaso se colorea
de todos los matices del arco iris. Poco a poco se deposita en el fondo
del vaso una suerte de tierra tartárica, que es la materia lejana de
nuestro secreto.
Esta materia contiene en sí el azufre, la humedad radical y el
verdadero sol filosófico. Ella posee también el nitro terrestre
sulfuroso, que es la simiente del mundo, es decir el agua. He aquí
cómo la naturaleza produce esto:
Cuando el fuego actúa en la atmósfera, produce allí el azufre o el
calor operante; y el aire acuoso que actúa con el azufre produce el
mercurio; al mismo tiempo la reacción del agua en la tierra y del calor
central produce el aceite coagulado del azufre, y todos estos cuerpos,
el activo, el azufre pasivo, se vuelven a encontrar en nuestro mercurio
y pueden ser extraídos de dicha materia.
Toma este azufre universal, quítale toda humedad extraña, y
ponlo en una retorta de vidrio que esté sellada herméticamente con un
recipiente. Debe haber una abertura en el vientre de la cornuda, que se
tapará con un compuesto de alcanfor, cal viva, ladrillo en polvo y
clara de huevo. La cucúrbita se pone al primer grado del fuego. En
cuarenta horas se verá destilar una sustancia espiritual; cuando no
destile ya más nada, deja enfriar y pon el producto aparte en un vaso
cerrado.
Toma otra retorta ordinaria, pon el caput mortuum debidamente
pulverizado, y riégalo con la sustancia espiritual que habías puesto
aparte; destila de nuevo a fuego del primer grado. Repite este
magisterio hasta que una cierta sustancia viscosa se deposite sobre el
cuello de la retorta: es el sulphur aureum elementare.
Rompe la retorta y pulveriza las heces; haz con ellas una papilla
con rocío destilado, filtra y evapora al segundo grado de fuego hasta
que sólo quede la novena parte, y conserva en un lugar frío. Es la sal
cristalina, el verdadero motor del microcosmos. Pon toda esta sal en la
sustancia espiritual destilada anteriormente, haz fermentar tres días al
primer grado del fuego, destila y cohoba hasta que toda la sal esté bien
combinada. Tú tienes entonces el verdadero disolvente universal, hoy
llamado Alkaest, licor inmortal, activo y actual.
Toma el sujeto bien purificado, enciérralo en el huevo filosófico
y sella la abertura herméticamente. Después de catorce días a un fuego
del primer grado, tú le verás volverse de un bello color rojo. Pulveriza
eso en dos partes de disolvente y deja fermentar dos días a fuego del
primer grado; verás sobrenadar un aceite rojo que es el azufre, el oro
viviente, que contiene en su centro el punto seminal activo y actual.
La parte que resta blanca es el fermento blanco. Se extrae de ella del
mismo modo la luna viva o el azufre blanco. Así, este sol y esta luna
han venido del agua, y es del agua que ellos se alimentan. Esta agua
debe volverse tierra, aire y fuego, así como se verá claramente por la
experiencia.
Toma ahora la otra parte de dicho sujeto, séllala herméticamente
en un frasco, y exponla al primer grado del fuego durante veinte días;
entonces se volverá roja, y después verde; éste es el león verde
denominado también vitriol. Pon el vitriol en un vaso cerrado,
caliéntalo cuatro días al cuarto grado (de fuego); el león se tiñe de su
propia sangre. Pon el licor que se ha vuelto otra vez rojo en una retorta
bien tapada, dale un fuego de reverberación de cuarto grado; la sangre
destilará. Pulveriza el caput mortuum, mezcla con una parte de nuestro
azufre, vuelve a poner todo en un pote de vidrio bien cerrado y dale
fuego del cuarto grado. El azufre se tostará; toma este león calcinado y
riégalo con la sangre de león destilada anteriormente, mezcla bien y
haz destilar en una retorta y un recipiente; haz digerir veinticuatro
horas al primer grado del fuego, y después tres días al cuarto grado.
Esta operación repetida tres veces te dará la verdadera sangre del león,
el vínculo o espíritu unificador, que liga indisolublemente al macho y
la hembra. Así se verifica el enigma conocido: Visitando Interiora
Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem, veram medicinam.
Toma once onzas de dicho disolvente, tres onzas y media de oro
viviente o verdadero azufre. En esta agua vierte tres onzas de spiritus
unitivus, y deja fermentar tres días al primer grado del fuego. Cuando
el disolvente se haya vuelto rojo como la sangre, pon ahí las tres onzas
y media de azufre o sol espiritual, haz digerir ocho días, y la materia
se volverá grasa, pesada y sucia. Es la materia próxima del mercurio
filosófico, en el que estarán contenidos todos los elementos, el azufre
actual y metálico; es también el agente activo y el recipiente pasivo, la
viscosidad, la humedad de la tierra, el mercurio único.
Toma diez partes de esta agua menstrual y cuatro de la sangre
del león verde, hazlos fermentar juntos al primer grado del fuego hasta
que el agua se vuelva roja. A continuación pon una parte de sol
viviente en esta agua, y déjalos juntos hasta que el agua esté viscosa.
Después vierte todo en un frasco sellado y exponlo a un fuego del
primer grado; los vapores se soltarán poco a poco y llenarán todo el
frasco, mientras que la materia se licuará y se condensará; poco a poco
se volverá negra por partes, es la cabeza de cuervo, la putrefacción de
la simiente.
Conoce que nuestro mercurio seminal contiene todo: los
principios de las cosas, los elementos, y la fuerza del fuego. El espíritu
universal opera en la atmósfera, y la fecunda mediante el azufre
mezclado al calor del aire; el aire produce en el agua el mercurio, el
agua en la tierra produce la sal, que es la casa del espíritu universal,
viste al mercurio y nos aparece bajo la forma de la lluvia. Tal es el
verdadero menstruo donde están ocultas las simientes de todas las
cosas. Nuestro mercurio no se encuentra activo más que en esta única
materia; en todas las demás partes ha finalizado su período, está
muerto. Nuestra tierra es llamada también Magneto, porque atrae a
ella azufre y mercurio. La cabeza de cuervo necesita ser alimentada
por la leche de abundancia o leche virginal. Ella es de dos maneras:
cruda o cocida. La cruda es la humedad menstrual; la otra es dicho
menstruo fermentado y mezclado con el sol viviente. La putrefacción
llega al cabo de treinta a cuarenta días; los vapores aparecen al
vigésimo día; cuando se condensan aparecen puntos blancos y verdes,
después la cola del pavo real y por último el cisne. Transforma
entonces el fuego, que era el de la primavera, en fuego de invierno;
cuando el blanco se vuelva como los ojos de pez, pon el fuego al
grado de verano; cuando el color citrino aparezca, pon el fuego al
cuarto grado; entonces habrás exaltado al supremo grado la simiente
del sol.
Cuando hayas puesto el huevo en el hornillo y encendido el
fuego del primer grado, la materia liberará vapores que se tornarán
completamente opacos al cabo de catorce días. Cinco o seis días más
tarde, estos vapores se condensarán en gotitas líquidas y se reunirán en
el fondo del vaso, y en pocos días esta agua se transformará en una
materia negra. Después, si uno alimenta la materia con su quinta parte
de leche cruda, se blanqueará en veinte días y se volverá irisada;
después se condensará y se volverá luminosa.
El Atanor debe ser construido con tierra refractaria. De la misma
forma que, según el orden de la naturaleza, nuestro tártaro común y
universal se precipita en cuarenta días cuando está sometido al fuego
del primer grado, igualmente esta materia, ricamente dotada de sal,
azufre y mercurio, cuando desciende a la tierra se esparce en ella por
la acción del fuego central, se deposita en diversas matrices y allí
forma los diversos metales y minerales según la disposición del
azufre. Cuando la calienta, el artesano ve que la materia, que obtiene
de las regiones inferiores del aire y del azufre de la tierra su sustancia
espiritual, se precipita pasando por la ascensión, la sofocación y la
fulminación. Para no esperar durante cuarenta días, se puede poner en
el vaso uno o dos granos de nuestra medicina; el fuego licuará el
tártaro en ocho a diez días. Toma la cantidad de materia que quieras y
ponla en un huevo de vidrio lo bastante grande como para que no
ocupe más que una cuarta parte, sella el vaso, pon en hornillo de
hierro, y dale fuego del primer grado. En dos o tres semanas el azufre
rojo y blanco se elevará del centro a la superficie; la primera semana
la materia es líquida y de diversos colores, pero poco a poco se
condensa sobre las paredes superiores en flores de azufre. Este azufre
sirve para conquistar el león verde de la manera que ha sido descrita
anteriormente. Podemos también extraer de él nuestro sol. He aquí
cómo:
Tomamos tres partes de nuestro Alkaest, vertemos en él una
parte de este azufre y dejamos digerir al primer grado de fuego. El
cuerpo sulfuroso se disuelve y divide; la parte esencial, que nuestros
hermanos llaman quintaesencia, verdadera tintura y alma, sobrenada
como un aceite; ella es la que servirá para hacer el mercurio
milagroso.
Al mismo tiempo extraemos del azufre blanco la luna viva, que
es una parte sublimada de dicho azufre; extraemos también, por
lixiviación del sedimento que se deposita bajo el disolvente, cierto
Gilla, que se cuece al primer y segundo grados del fuego con diez
partes de rocío destilado y una parte de precipitado; se filtra y se
evapora hasta su reducción a la décima parte, y se deja cristalizar en
un lugar frío. Este Gilla puede ser extraído también por destilación y
calcinación (por azufre) de la sangre del león. Cuando este Gilla se
pone a disolver en tres partes de disolvente y se digiere durante tres
días, la luna viva sobrenadará, y se podrá extraer de ella la sangre
blanca. Este Gilla posee el aspecto de una piedra verde; es un azufre
glorioso, fijo y anodino, que apacigua los sufrimientos y que tiene, por
otro lado, la propiedad de romper los lazos sensibles y de elevar el
alma por encima de las oscuridades del cuerpo. El éxtasis que procura
es totalmente natural y puede dar al hombre el medio de adquirir
conocimientos extraordinarios.
Hemos visto cómo se puede obtener de esta materia el león
verde, su sangre que es un azufre viscoso y butiroso, el mediador del
cuerpo y del alma, el fermento vegetativo del oro y del agua, en el que
se encuentra la sal gloriosa cuya preparación ya hemos indicado.
El mercurio filosófico posee en sí azufre y sal, actuales y activos,
que sólo difieren del menstruo o Alkaest en que este licor inmortal
contiene solamente el azufre virtual y la sal activa.
Así, toma este mercurio, como hemos explicado hace poco,
ponlo en el huevo, y sella; es preciso que las tres cuartas partes del
balón permanezcan vacías, menos sería peligroso. Ponlo de modo que
la arena recubra totalmente el huevo; déjalo ocho días a fuego del
primer grado. Al cabo de ocho días podrás descubrirlo; verás entonces
el mercurio o la simiente; la materia se parece a la ceniza. Vuelve a
cubrirla y deja calentar otros diez días; la materia se clarificará un
poco y borboteará ligeramente. Vuelve a cubrir y continúa el fuego;
al cabo de catorce días la materia será completamente negra. Vuelve a
poner en la arena; y al cabo de un mes filosófico toda la materia será
como las heces. Regocíjate entonces, pues ella está encinta del rey
coronado; hay que dar entonces a la madre el alimento que le conviene
y esto de la manera siguiente: abre el huevo, retira la materia y
pulverízala en un mortero de vidrio, mezcla íntimamente con la
séptima (parte) de leche cruda; vuelve a poner en el huevo, sella,
cubre de arena y dale fuego del segundo grado. Hace falta mantener la
materia caliente todo el tiempo durante la extracción, la pulverización
y la mezcla. En pocos días la materia se licuará, las nubes negras
desaparecerán, la tierra se depositará en el fondo del vaso y el agua
clara y brillante liberará poco a poco vapores para reabsorberlos, y así
sin interrupción. Al término del cuadragésimo día, después del
comienzo de la cabeza de cuervo, la tierra y el agua se colorearán, y
veinte días más tarde, cuando la tierra se haya vuelto verde, abre el
huevo, toma la sexta (parte) del menstruo o leche cruda, viértela en
pequeñas porciones sobre la materia, vuelve a cerrar el huevo y
continúa el fuego. Al término de otros veinte días la materia se
volverá clara como el cielo, y después comenzará de nuevo a licuarse
bajo la forma de un aceite que, desecado poco a poco, tomará un tinte
blancuzco. Entonces hay que abrir el huevo y verter poco a poco la
quinta (parte) de la leche recocida; después volver a cerrar y continuar
la cocción hasta que la materia se haya vuelto toda blanca. Se la
embebe entonces de nuevo con la quinta (parte) del menstruo; se
vuelve a cocer (durante) veinte días, y aparece el color amarillo
limón. Se embebe con el tercio y se impulsa el fuego hasta el tercer
grado; otros veinte días bastarán para enrojecer la materia. Si se la
embebe entonces con la mitad de leche, y se la deja cocer todavía
veinte días al cuarto grado de fuego, la materia se volverá como las
flores de Mohn1 silvestre; y el mercurio estará fijado y exaltado a sol
glorioso.
Tal como está, nuestra materia no tiene virtud tingente sobre los
metales impuros. Hace falta que el arte se la confiera, y he aquí cómo
se puede lograr. Hay dos métodos.
Según el primero, toma diez partes de nuestra piedra y échalas
una tras otra en una sola parte de aceite de oro caliente; remueve con
una espátula de madera y si la materia está todavía un poco espesa,
añade aceite de modo de obtener la consistencia de la cera fundida. Se
la puede entonces utilizar para teñir en una cierta medida el oro y la
plata comunes. Para esto, toma lo que quieras de sol y de luna,
reducidos a láminas delgadas, cementa con la sal pulverizada de
nuestra materia hecha con la lejía de rocío. Cierra y sella
1 Mohn = adormidera. Flor que se solía usar para describir la materia en su último estadio, debido a su
color rojo brillante.
cuidadosamente el vaso, y dale tres días de fuego del cuarto grado.
Entonces hay que romper el vaso, extraer el sol, lavarlo, pulverizarlo,
quitarle su salinidad y secarlo; embeberlo a proporción de tres onzas
de disolvente por una onza, poner todo en el huevo sin cerrarlo
herméticamente, y dejarlo digerir al primer grado. Sobrenadará una
tintura bajo la forma de un aceite irreducible, que es un azufre dorado
y que el industrioso artista puede utilizar para trabajar la piedra.
El segundo método consiste en tomar una parte de nuestro azufre
y tres de disolvente y dejarlos fermentar juntos durante tres días a
fuego del segundo grado; se verá sobrenadar este mismo azufre
glorioso del que acabamos de hablar.
La multiplicación de la piedra en cantidad y en calidad requiere
un mes filosófico. Toma una parte de la piedra bruta y diez de nuestro
mercurio filosófico; mézclalos en una retorta de vidrio cuyo recipiente
esté bien cerrado; el fuego debe ser violento; verás destilar una
sustancia roja, que será necesario que cohobes con el residuo.
Recomienza la operación hasta que todo esté fijado en el fondo de la
retorta. A continuación toma de nuevo una parte de piedra y diez de
mercurio, y repite la operación precedente en el mismo vaso. Repite
esto una tercera vez. Entonces toma todo lo que está en la retorta, es
decir treinta y tres partes de materia, añádele tres partes de nuestro
mercurio, déjalo digerir tres días de modo que no forme más que una
sola y misma cosa; a continuación encierra todo en el huevo, y
aumenta el grado de fuego cada diez días. Por este método se puede
multiplicar al infinito.
Toma una parte de nuestro fuego “incerado” y diez partes de
mercurio vulgar o estaño, fúndelos en una cápsula y añádeles una
parte de tintura; todo el metal se transformará en un polvo rojo.
Toma dos partes de éste, arrójalas sobre veinticinco partes de
metal en fusión, y obtendrás todavía un polvo rojo. Tómalo y viértelo
sobre mil partes de metal en fusión, y tendrás el sol que resistirá todos
los exámenes.
La medicina al blanco puede ser multiplicada del mismo modo,
con la diferencia de que el mercurio es blanco. El mercurio rojo se
cuece en cuarenta días; el blanco en treinta. La sangre blanca del león
puede ser extraída de la Gilla Paracelsi1. La piedra es un veneno para
el cuerpo humano hasta la sexta proyección, sólo a los Rosacruces les
está permitido tomar un grano; pero la revivificación humana no debe
hacerse más que en el otoño de la vida, y se la debe hacer subir de
nuevo sólo una estación, hasta el verano. He aquí cómo hay que
proceder a este efecto.
Toma tres granos de esta medicina a la sexta proyección;
colócala en una onza y media de agua de sangre humana, y todo en
cuatro onzas de agua de cardo bendito. Tómala y métete en el lecho,
cubriéndote bien, durante cuatro horas. Experimentarás una
transpiración abundante, hará falta que te seques con lienzos calientes;
aliméntate con alimentos sustanciales durante este tiempo. Hay que
repetir esto tres veces con un día de intervalo.
Esta medicina cura la apoplejía, la epilepsia, la parálisis, las
convulsiones y el mal caduco. Si la enfermedad dura desde hace un
mes, hay que tomar tres granos, a razón de uno cada siete días. Si la
enfermedad data de un año, se toman cuatro granos, a razón de uno
cada tres días. Los letárgicos, los que están atormentados por los
íncubos y los insomnes, también reciben de esta medicina un gran
alivio. Hay que acordarse de que la propia potencia de nuestra piedra
hace de ella una cosa muy peligrosa de manejar. La mejor manera de
utilizarla es la siguiente: toma cinco granos de la susodicha medicina a
no importa qué proyección, colócalos en veinticinco gotas de sangre
bien depurada; cada gota debe pesar un grano de trigo. Esto hace
cuarenta granos, que pondrás en la quinta parte de una onza, y todo en
dos onzas y media. Hace falta que la sangre haya sido bien purificada,
filtrada diez veces, y la piedra finamente pulverizada en un mortero de
vidrio.
Toma tres onzas de cenizas de rosas, ponlas en un vaso de vidrio
de cuello largo; entierra en estas cenizas tres, cuatro o más granos de
1 Cf . Buch der natürlichen Sachen, ch. VIII: de viriute lapidis
rosas, añade cinco granos de nuestra medicina y tres onzas de agua de
lluvia. Sella herméticamente, y cuando quieras ver una cosa
maravillosa, coloca el vaso en cenizas calientes de modo que la
temperatura natural no sea sobrepasada, y al cabo de una hora verás
crecer las rosas.
Para volver fructífero un árbol estéril basta con poner en la raíz,
o en el corazón de la madera, tres granos de nuestra medicina.
Si se quiere fabricar zafiros, rubíes o esmeraldas, tómese tres
onzas de muestras de desecho de una u otra piedra, póngaselas con
nuestro azufre al cuarto grado de fuego durante tres días, deje enfriar y
quite el azufre mediante numerosas abluciones. Toma tres granos de
cristal de roca pulverizado y calcínalo con nuestro azufre. A
continuación toma la piedra preciosa calcinada, hazla digerir tres días
con tres granos de nuestro disolvente al primer grado del fuego. La
tintura de la piedra sobrenadará, habrá apenas una onza de ésta.
Coloca esta tintura en una cornuda de gran abertura, calienta al primer
grado y vierte tu cristal de roca preparado, parte por parte,
mezclándolo con una cuchara de madera. Cuando se forme una cierta
Teig (1), recógela, añade veinte granos de nuestra medicina con un poco
de agua mercurial; encierra todo en un vaso de tierra, sella y pon al
cuarto grado de fuego. Obtendrás tus piedras preciosas.(2)
1 Teig = Masa. (En alemán en el original. N. d. T)
2 Sincerus Renatus: Wahraffle Bereitung etc.
Alex.
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